sábado, 23 de abril de 2011

Al padre, al tata Julio

Julio García, el padre, el abuelo...
A pesar que como hija no lo disfruté como me hubiese gustado, por circuntancias de la vida, por la dictadura que dividió familias y cortó el vínculo más preciado para todo niño. En esos años lo único que entendía era que él no nos quería.



Y por muchos años fue así, no entendía nada de luchas, de igualdad, lo único que yo quería era tenerlo conmigo, que me amara. Muchas veces se lo hice saber y no fue de la mejor manera, fuí hiriente, injusta, severa en muchas ocasiones y terca, muy terca. Solo me importaba que él supiera como me sentía, total él se veía fuerte, como si no le afectara en lo más mínimo.

Me acuerdo clarito que una vez me miró y ví sus ojos. Ahí recién pude ver que sí le afectaba, sus ojos hablaron. Por él sentí una pena tan grande que jamás la olvidaré.

Pasaron los años y ya con la madurez que nos da la vida, ya siendo madre y esposa pude comprenderlo, entendí su estilo de vida, el amor que le tenía a su gente linda; su lucha por la igualdad, él era la voz de los que callaban por miedo o por ignorancia. Que tonta fuí, gasté tiempo en reprochar en vez de amarlo más, pero era tan niña que qué iba a entender.

Pero fue un buen abuelo, un tata increíble, "el tata Julio" como le decían sus nietos. El que los hizo caminar, el que los llevó al cerro Chuño aquí en Arica. Aún recuerdo ese día. Llegaron todos sucios, raspilladas sus rodillas, pero con una felicidad tan grande que solo bastaba ver sus ojitos, esos que sin decir nada lo dicen todo.

El tata Julio, el que se agarraba a combos y los hacía pelear, el que con su cámara reflejó cada momento con ellos, que siendo tan pequeñitos les conversaba lo importante que eran los estudios... ¡y mira viejito! todos tus niños están en la univeridad, tus semillas están dando sus frutos.



Dime cómo no te voy a perdonar los años de ausencia, si le entregaste tanto amor a mis niños, dejaste huellas en sus corazones y ese amor bastó para entender al pumamaqui, al hombre maravilloso, al compañero y al mejor tata. Ese eras tú, con las simplezas de la vida, sin lujos, sin los mejores muebles, con tus girasoles que yo adopté por tí.

No era importante para tí lo material. Aún recuerdo tu departamento tan cálido, las fotos de tus hijos en la pared, tus libros, tus buhos, etc.

Cómo no te voy a amar, cómo no te voy a admirar, si personas como tú hay poquitas en el mundo. Qué enseñanza de vida me diste padre, si me vieras ahora no lo creerías. ¿Sabes? estoy trabajando. Sin saber me dí cuenta que soy capaz de muchas cosas. Tenías razón: uno no nace sabiendo todo, se aprende.

Viejito, otra semillita viene en camino: tu nieto Carlitos va a ser papá, tu bisnieto Gabriel Agustín nace en octubre.
Simplemente te amo.

Tu tarro con lágrimas que te admira,
Gabyta.
Arica, 21 de abril de 2011.

Foto superior: Julio lleva de la mano a Gabriela, subiendo el Pichincha, en Quito, en 1978. Foto inferior: Julio calienta el cuerpo con un café en las faldas del volcán Cotopaxi, 1986.

miércoles, 20 de abril de 2011

Hasta siempre, Julio

Recibí ayer martes, en la noche, una llamada telefónica de esas que uno nunca espera. O más bien, de esas que uno nunca quisiera que llegaran. El tono de voz detrás del auricular, de mi querido amigo Renato, hacía presagiar que la noticia no era buena, y después de un breve saludo todo estaba dicho: Julio García había muerto.

Para muchos de los que lean estas líneas, él no será más que el periodista chileno que murió asfixiado por los gases lacrimógenos durante las multitudinarias protestas populares en Quito, capital del Ecuador, este martes 19 de abril. Pero para mí, él siempre seguirá siendo mucho más que eso. Déjenme precisar un poco más. Para mí, "el Julio" es de esas personas que han estado, de una u otra manera, siempre presentes en mi vida, desde que tengo uso de razón. Él formaba parte del grupo de exiliados chilenos que compartían con mi madre, también chilena, la esperanza de crecer en un país democrático y libre, luchando siempre por la justicia social desde ONGs y otras instituciones y organizaciones populares en Ecuador.

Y en ese medio crecí yo, sin los temores ni la represión de la que ellos huyeron. Y allí, mientras yo crecía, estaba el Julio, siempre con su risa cálida y su voz pausada, siempre con esa profunda mirada que te hacía sentir que cuando te miraba, lo estaba haciendo desde el corazón…

Con el pasar de las horas, desde la llamada de ayer, he pasado por distintas emociones al pensar, recurrentemente, en el Julio. Y si por momentos pensé "por lo menos murió en su ley", ahora me opongo a pensar eso, porque la ley del Julio no era reprimir, sino sonreir; porque la ley del Julio no era disparar balas, sino disparar el obturador de su máquina fotográfica;
porque la ley del Julio no era acallar la voz del pueblo, sino retratarla para darle trascendencia más allá de sus propios actores; porque la ley del Julio no era asfixiar a la gente con gases tóxicos. Entonces, el Julio no murió en su ley, sino en la ley de la policía represora, cobarde, que se oculta tras el anonimato para actuar con impunidad; que dispara balas a mansalva para no demostrar que están cagados de miedo ante la imparable presencia del pueblo en las calles; que dispara bombas lacrimógenas al cuerpo de las personas para intoxicarlas con sus tóxicos gases y aplacar los justos reclamos por una vida justa, libre y
democrática…

Eso sí, creo que el Julio murió haciendo lo que él amaba, porque aunque tuvo que huir de la dictadura militar de Pinochet en la década del 70 y rehacer su joven vida en un país extraño (aunque no lo sería por mucho tiempo), nunca dejó de luchar por lo que consideraba justo, nunca dejó de fotografiar aquello que consideraba importante, su pueblo, y estuvo siempre presente en las circunstancias y lugares en los que toda persona con responsabilidad social tenía que estar.

Puta que me siento orgulloso de haberlo conocido, y de haber crecido rodeado de grandes como él. Hasta siempre, Julio.

Ismael Otero Campos, 20 abril 2005.

lunes, 18 de abril de 2011

"Un forajido", a la memoria de Julio García

Tema compuesto por el maestro Tadashi Maeda, en homenaje a Julio García, el fotógrafo que estuvo siempre al lado del pueblo.