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¡Cuatro años ya! Todavía son raros los días que pasan sin que una cosa, una palabra o un gesto me hagan recordar a Julio.
Así, la semana pasada, de repente, me dio risa al recordar una pequeña anécdota que me había contado Charito:
Un día que salía de la casa de La Floresta, Julio se cruzó con un chiquillo de unos 4 años de edad jugando en las gradas, donde hoy está el mural en su memoria. Pícaro como lo conocíamos, Julio interpeló al chico: “¡Hola, huevón!”, le dijo.
Medio asustado, el chico lo miró y con timidez le contestó: “Yo no me llamo huevón…”
Satisfecho, Julio le hizo un guiño cómplice y siguió su camino.
Más que chistosa, la anécdota revela muy bien la forma de ser de Julio. Provocar para ver cómo reaccionará uno. Y alegrarse al ver que se metió con un ser inteligente y sagaz…
Texto y foto: Daniel Patán, abril 2009.
¡Cuatro años ya! Todavía son raros los días que pasan sin que una cosa, una palabra o un gesto me hagan recordar a Julio.
Así, la semana pasada, de repente, me dio risa al recordar una pequeña anécdota que me había contado Charito:
Un día que salía de la casa de La Floresta, Julio se cruzó con un chiquillo de unos 4 años de edad jugando en las gradas, donde hoy está el mural en su memoria. Pícaro como lo conocíamos, Julio interpeló al chico: “¡Hola, huevón!”, le dijo.
Medio asustado, el chico lo miró y con timidez le contestó: “Yo no me llamo huevón…”
Satisfecho, Julio le hizo un guiño cómplice y siguió su camino.
Más que chistosa, la anécdota revela muy bien la forma de ser de Julio. Provocar para ver cómo reaccionará uno. Y alegrarse al ver que se metió con un ser inteligente y sagaz…
Texto y foto: Daniel Patán, abril 2009.
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