Por Guadalupe Tobar.Apenas había amanecido cuando le
vi caminando entre neblinas. Su
barba plata de años maduros, sus
pies rosados de rocío y un cayado
apoyando su fortaleza para recorrer
los árboles sembrados uno a uno,
restaurarlos, protegerlos día a día.
Le vi colocar el cayado en el árbol
más pequeño y sujetarlo hasta que
crezca. Así era julio y no era abril,
era octubre de años pasados.
Julio de la floresta sembrada con sus
manos, en la vereda, en la
escalinata, en la solidaridad y en
los amigos.
Nos despedimos hasta siempre con el
abrazo de los compañeros de lucha y
le vi correr en la neblina de abril
hacia pequeños asfixiados por
la represión impune.
Aún lo veo pasar en la neblina que
humedece la piel y las hojas de los
árboles. Cuánto han crecido

después de un año.
Me parece ver a Julio colocando
pumamaquis y quishuares en el
cielo y esparcirnos llovizna de
alegría, coraje y esperanza.

Guadalupe lee su poema en la inauguración del mural dedicado a Julio, en La Floresta el 19 de abril del 2006, primer aniversario de la muerte de Julio.